Written by : Carin Rockind

Usa estos 4 recursos prácticos para superar la vergüenza

La vergüenza nos hace sentir fracasados, que no merecemos ser tratados. Enfrenta la vergüenza con estos cuatro recursos emocionales especializados.

Usa estos 4 recursos prácticos para superar la vergüenza

La vergüenza mata la felicidad y absorbe la autoestima. Aquí te mostramos cómo deshacerte de ella.

Cuando me divorcié, sentí que en la frente tenía una “D” escarlata intermitente. Mi padre se lamentaba diciendo, “¿Y qué se supone que le diré a mis amigos?” Cuando asistía a una cita médica, en mis papeles marcaban la “D”. ¿Y las citas románticas? Olvídalo. Ahora me sentía como si fuera trasto viejo.

Parecía que no podía evadir el estigma del fracaso amarrado al tobillo. Llevaba la D de defectuosa. La D de derrotada. D de débil desesperada, destinada al drama.

Apenas tenía 26 años y sin embargo estaba convencida de que este velo de vergüenza me perseguiría por el resto de mi vida. (¿D de drástica?) Esa es la cuestión con la vergüenza: avanza lentamente por tus venas, te oprime el corazón y te deja acurrucada con temor a afrontar el mundo.

Sensación de indignidad

Para el investigador Brené Brown, la vergüenza es “la sensación o la experiencia de intenso dolor que provoca ver que tenemos defectos y que, por tanto, no nos merecemos que nos quieran y nos valoren: algo que hemos experimentado, que hemos hecho o que hemos dejado de hacer no nos hace dignos de ser tratados.”

Lamentablemente, todos sentimos vergüenza y es algo que nos quita la felicidad. Posiblemente creas que eres una mala madre porque no sabes hornear galletas, las tareas de lavado están sin hacer y rara vez consigues estar en las excursiones de tus hijos. Tal vez te consideres una perdedora fea y gorda porque no has conseguido bajar esas últimas 20 libras y ahora evitas ir a la piscina. Quizás te reprochas haber hablado en la reunión de la semana pasada y ahora temes ir a ver a tu jefe. O posiblemente la vergüenza te diga que mereces estar sola. La vergüenza dice, “Creo que soy una mala persona,” “Soy una perdedora,” o en el caso de mi divorcio, “Soy una fracasada.”

Por mala que parezca, la vergüenza tiene una finalidad. Las últimas investigaciones revelan que nuestros antepasados la adaptaron como una ventaja evolutiva. Puesto que queremos desesperadamente pertenecer a un grupo social, la vergüenza nos alerta de abandonar un comportamiento que la sociedad subestima. Somos criaturas sociales y adoptamos la vergüenza como una manera de mantenernos parte del grupo y seguir siendo amados.

Para la Dra. June Tangney, autora de Shame in the Therapy Hour, la vergüenza es “una sensación de ridículo.” Nos lleva a la reflexión y nos obliga a autoevaluarnos. Por ejemplo, habiendo crecido en la región central de los Estados Unidos, con padres felizmente casados durante 50 años y con abuelos felizmente casados durante 68 años, creí que el divorcio era para “perdedores.” La vergüenza que desencadenó mi divorcio, en cierto sentido, fue una respuesta evolutiva con el fin de mantenerme segura y aceptada dentro de mi propia familia.

El acercamiento

Durante mi divorcio cuanto más fracasada me consideraba, más me alejaba, y cuanto más me alejaba, peor me sentía. Finalmente caí en la desesperación de ir a buscar a otras personas que pudieran entender lo que me estaba pasando. Encontré un foro de mensajes en línea para divorciadas menores de 30 años y comencé a leer sus historias. Con el tiempo, publiqué la mía y aunque me sentí aterrada, me hizo sentir tan bien conectarme con otras mujeres que estuvieran pasando por lo mismo que comencé a responder cada publicación y finalmente, me convertí en líder del foro.

Me fortalecí tanto que llamé a mi padre para sanar nuestra relación y permitirle hablar de su dolor por el divorcio. Nuestro vínculo mejoró. Comencé a escribir un libro acerca del divorcio en los jóvenes y me di cuenta que mi matrimonio y mi divorcio eran como un don, que me habían demostrado que tengo la valentía de hacer lo que dice mi corazón, y eso me permitió comprender las luchas de tantas mujeres.

Entonces, esta es la manera de encarar la vergüenza: no eres una “gorda perdedora” y yo no soy una fracasada. Subiste de peso. Mi matrimonio no funcionó. Y esa distinción es importante para la recuperación, el amor propio, los vínculos y la felicidad. Si te consideras el problema, puedes sentir ansiedad, depresión y desconsuelo. Pero cuando te apartas del comportamiento o de la situación, la aíslas como algo que deseas analizar y cambiar.

La clave está en invertir la vergüenza y aprovechar la experiencia para encontrar valentía y coraje. Deja que sea el desencadenante de tu fortalecimiento, amor propio y cambio. Aquí te compartimos cómo:

1. Identifica la vergüenza y disípala

A la vergüenza le encanta esconderse en rincones oscuros y aislados. Sin embargo, todas sentimos vergüenza, todas luchamos y muchas hemos vivido las dificultades habituales. La clave está en encontrar con quien puedas hablar con total seguridad de tu vergüenza con bondad y compasión, sea una amiga, tu terapeuta o en una comunidad en línea.

Identifica en qué parte del tu cuerpo sientes la vergüenza. Te sonrojas, sientes una opresión en el pecho o tu estómago hace ruidos. Sientes la sensación de querer esconderte, pero en lugar de eso, mírate con bondad y autocompasión. Sacar la vergüenza de las tinieblas ayuda a disiparla con amor.

2. Aprende a afrontar las características, conductas y situaciones que consideras indeseables

Cuando aprendes a funcionar con la vergüenza, también puedes comenzar a moverte con sus desencadenantes. Interésate en tu vergüenza. ¿Qué cosas la activan? ¿Cuál (si existe alguno) de los rasgos propios de tu carácter hace que sientas autodesprecio? ¿Qué situación de tu vida mantienes oculta? Pregúntate, ¿qué temor se oculta detrás de la vergüenza? ¿A qué le temes tanto? ¿Cómo podrías ver esos comportamientos y situaciones desde otra perspectiva?

Con mi divorcio yo temía ser marginada, y debí enfrentar mi propia necesidad de aprobación y perfección. Entonces comencé a trabajar en mi miedo a la imperfección y a aceptar que no siempre podré agradarle a todo el mundo o que no todos siempre estarán de acuerdo conmigo. Al trabajar en la aceptación de los desencadenantes de la vergüenza, me volví más tolerante y afectuosa conmigo misma, y logré mantener la vergüenza acorralada.

3. Acéptate íntegramente

Tienes vergüenza porque te sientes muy incómoda con algún aspecto de ti, de tu realidad o tu comportamiento. Cuando aprendes a aceptar todo de ti, lo bueno y lo malo, podrás ser capaz de dejar de juzgarte y sentir vergüenza. Todos tenemos cuestiones propias que nos gustan y otras cosas que no nos gustan tanto. Un elemento importante de la felicidad es aceptarte y amarte tal como eres. Cada aspecto de ti tiene una razón de ser: incluso las sombras.

Por ejemplo, soy más crítica de lo que me gustaría. Y si bien eso me avergonzaba (y todavía temo admitirlo), es la verdad. Siento vergüenza porque deseo ser abierta y afectuosa con todos pero en lugar de eso, critico y esa es una actitud que desarrollé como reacción ante el mundo para preservar mi seguridad. Por lo que ahora puedo querer mi costado crítico sabiendo que intenta ayudar.

Ahora es tu turno. En un papel marca dos columnas. Sobre la izquierda, escribe tus rasgos preferidos y sobre la derecha, los menos preferidos (tus sombras). Luego escribe cómo te han ayudado de algún modo cada uno de tus rasgos. (La ya fallecida Debbie Ford comparte otras reflexiones sobre cómo hacerlo en su brillante libro The Dark Side of the Light Chasers.)

4. Busca apoyo

Por último, como dice June, la vergüenza subyace en casi todas nuestras batallas. Si te sientes sola, tienes miedo, temes ser rechazada, tienes dificultades para comunicarte con tu pareja, te sientes estancada en tu carrera, estás perdida o temes perseguir tus sueños, tal vez estés escondiendo vergüenza. Deshacerte de ella por tu cuenta posiblemente sea difícil y tal vez necesites ayuda para llegar al fondo de la cuestión, y más, convertirla en estímulo para seguir adelante. Busca apoyo para evaluar tu vergüenza y poder llevar la vida próspera y dichosa que deseas y mereces.

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Carin Rockind es conferencista, autora y coach con una maestría en psicología positiva aplicada por la Universidad de Pensilvania.

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