Un conjunto creciente de investigaciones revela que los mayores retos que enfrentamos nos ofrecen oportunidades para encontrar una vida más profunda y significativa
En una soleada tarde de sábado en mayo de 1980, Cari Lightner, una niña de 13 años, iba caminando hacia la celebración de la iglesia a pocas cuadras de su casa en Fair Oaks, CA, cuando fue atropellada por un auto y lanzada 38 metros por el aire. El conductor no se detuvo. Estaba ebrio, según pudo saber tiempo después Candace, la madre de Cari, y en libertad bajo fianza por otro hecho similar anterior. Cari no sobrevivió. Cinco meses después de la muerte de su hija, Candace ofreció una conferencia de prensa en Capitol Hill para anunciar la creación de MADD, Madres Contra los Conductores Ebrios. En los 33 años transcurridos desde entonces, la labor de promoción pública y sin ánimo de lucro ha permitido salvar más de 300,000 vidas.
Carlos Arredondo, de 52 años, estaba sentado en las gradas cerca de la línea de llegada del Maratón de Boston cuando las bombas estallaron. Estaba esperando para saludar a los corredores de Tough Ruck, soldados de la Guardia Nacional en servicio activo que corren cargando mochilas militares de 18 kilos o “alforjas” para rendir homenaje a los camaradas muertos en combate o por suicidio. Arredondo sujetaba con fuerza una bandera estadounidense y fotos de sus dos hijos muertos: Alexander, que murió en combate en Irak en el 2004 y Brian, quien tras padecer una profunda depresión por la muerte de su hermano mayor se ahorcó siete años después. Al detectar a un joven corredor con ambas piernas destrozadas debajo de las rodillas, Arredondo se abalanzó desde las gradas, apagó con sus manos las llamas que aún quemaban las piernas del corredor y rasgó una camiseta para improvisar torniquetes. Una emblemática fotografía de aquel día capturó a Arredondo con su sombrero de vaquero, sus manos empapadas de sangre, empujando a Jeff Bauman de 27 años en silla de ruedas. Tiempo después diría, “Me acordé de mi hijo” mientras le pedía a Bauman, “Quédate conmigo, quédate conmigo”.
La fortaleza después de la conmoción
Estas historias ilustran lo que los expertos denominan crecimiento postraumático (PTG) para referirse al fenómeno de la gente que se fortalece y desarrolla una vida más significativa, como consecuencia de una tragedia descomunal o trauma. No se recuperan sencillamente, lo que llamaríamos resiliencia, sino que el rebote es considerablemente mayor que antes.
El término PTG fue acuñado en 1995 por el Lic. Richard Tedeschi y el Lic. Lawrence Calhoun, psicólogos de la Universidad de Carolina del Norte en Charlotte. “Trabajamos con padres desconsolados por casi una década”, cuenta Richard. “Ellos vivieron la clase de pérdida más demoledora que uno pueda imaginar. Observé cuánto se ayudaban entre sí, la compasión que sentían por otros padres que también habían perdido a sus hijos, cómo en medio de su propio dolor muchas veces querían hacer algo para cambiar las circunstancias que habían desembocado en la muerte de sus hijos y así, evitar que otras familias sufran la clase de pérdida que ellos estaban viviendo. Eran personas extraordinarias, con fundamentos y sabían claramente cuáles era sus prioridades en la vida”.
Ninguno de esos padres, remarca Richard, creía que la muerte de su hijo fue algo positivo. Hubieran entregado todo su activismo, conocimiento y altruismo, su re-ordenado sentido de lo que realmente importa en la vida, por volver a tener a sus hijos otra vez. “El proceso de crecimiento no extingue el dolor por la pérdida y la tragedia”, dice Lawrence. “No utilizamos las palabras como curación, recuperación o cicatrizante”. Sin embargo de la pérdida muchas veces hay mejora, dice. Y en situaciones de suma profundidad, una enorme crisis muchas veces puede cambiar a la gente para mejor.
El superhéroe en nuestro interior
Siempre supimos que la gente muchas veces se fortalece y descubre un sentido de misión después de vivir una tragedia. Es la esencia de nuestros superhéroes, auténticos y ficticios. La cruzada del encapuchado Batman contra el crimen fue inspirada en haber presenciado el asesinato de sus padres.
Cuando Christopher Reeve, el actor que interpretó a otro superhéroe, quedó cuadripléjico por un accidente ecuestre, por un momento pensó en el suicidio. Sin embargo, con una determinación digna de Superman, Reeve se convirtió en gran promotor de la gente con lesiones en la médula espinal. La Fundación Christopher & Dana Reeve, que ha sobrevivido a Reeve y su esposa, recibió más de $81 millones para los investigadores que trabajan en una cura para la parálisis.
De alguna manera, el término PTG brindó a los expertos el lenguaje para expresar y reconocer algo que estaba oculto a simple vista: el potencial del trauma para transformarnos de manera positiva. “Los profesionales de la salud mental han recorrido un largo camino observando cuál era el problema con el funcionamiento humano”, dice la Lic. en psicología Anna A. Berardi, directora del Trauma Response Institute en la Universidad George Fox de Portland, OR. “Pero si preguntas a la gente, “¿Ha sufrido alguna dificultad de la que ha salido con mayor fortaleza, sabiduría y solidaridad?”, la mayoría de nosotros respondería afirmativamente. Esto es prueba contundente de nuestras conexiones internas para crecer después de sufrir enormes penurias”.
El concepto de crecimiento postraumático o PTG muestra un fuerte contraste con el trastorno por estrés postraumático o PTSD, la lente por la que hemos estado mirando el trauma en las últimas décadas. Aplicado por primera vez a veteranos de la Guerra de Vietnam, el PTSD ingresó al Manual Diagnóstico y Estadístico (DSM), la guía del diagnóstico psiquiátrico, en 1980. También se integró en nuestra cultura popular. “Durante los años de posguerra, el personaje principal de las series como Hawai 5-0 muchas veces era el veterano de Vietnam paranoico enloquecido, que sale a matar gente inocente”, dice Lawrence. Pronto el PTSD comenzó a ser evocado después de todo tipo de eventos catastróficos, desastres naturales como los huracanes Katrina o Sandy, hechos violentos como el 11/9 o en los fusilamientos masivos de Columbine y Newtown. Una alerta emitida por algún médico psiquiatra en cuanto a que los sobrevivientes comenzarían a mostrar síntomas de PTSD, como recuerdos vívidos, adormecimiento emocional, niveles altos de ansiedad y depresión, abuso de drogas, se convirtió en un elemento esencial de la cobertura de las catástrofes en los medios.
En realidad, el PTSD es relativamente raro. Según las estadísticas del Departamento de Asuntos Veteranos, se estima que el 3.6% de los estadounidenses sufrirá PTSD durante el transcurso de un año determinado, fracción que corresponde a más del 50% de quienes reportan al menos un hecho traumático. Muchos más descubrirán que han ganado algo como resultado de sus calvarios. “Un pequeño porcentaje de gente no puede regresar a su nivel funcional previo tras sufrir un hecho traumático”, dice Anna. “Mucha gente sale más prudente de una situación traumática, con un aprecio más profundo por la vida”.
PTG es mucho más que un nuevo acrónimo, dice el Lic. Stephen Joseph, psicólogo, co-director del Center for Trauma, Resilience and Growth en Nottingham, Inglaterra y autor del libro What Doesn't Kill Us: The New Psychology of Posttraumatic Growth. “Promete”, escribe “alterar radicalmente nuestra idea sobre el trauma: en especial, la noción de que el trauma conduce inevitablemente a una vida dañada y disfuncional”.
Un conjunto creciente de investigaciones revela que los mayores retos que enfrentamos nos ofrecen oportunidades para encontrar una vida más profunda y significativa."
La paradoja de ganar después de perder
El crecimiento postraumático es una respuesta a un evento sísmico que sacude lo más profundo de tu mundo. Tu estructura psicológica no solamente se sacude: se nivela. “El trauma altera tus creencias esenciales”, dice la Lic. Judith Mangelsdorf, especialista en trauma del Max Planck Institute for Human Development en Berlín. “Está tan lejos de lo que has experimentado en tu vida que no puedes integrarlo a tu sistema de creencias. Te encuentras volviendo a casa caminando por una calle que creías segura y te violan. Tus creencias esenciales se derrumban”. No es el trauma en sí lo que lleva al crecimiento sino el proceso de reconstrucción, de arrojar nuevas anclas en una vida que ahora se encuentra a la deriva.
En 2004 Anna viajó a Indonesia como personal de primera respuesta a emergencias de salud mental después del tsunami que causó más de 225,000 muertes. Pueblos enteros habían desaparecido. “El reto que enfrentaban los sobrevivientes”, dice Anna, “era al final del día, ¿cómo puedes construir tu capacidad para comprender lo ocurrido y encontrarle sentido a tu vida?” Recuerda un médico local que estaba ayudando a atender a los heridos. Él había perdido a su familia entera: esposa, hijos, padres, hermanos. “Había desaparecido todo”, dice Anna, “pero él decía, ‘Agradezco a Dios cada día por tener aire para respirar y por poder usar todavía mi cuerpo y mi mente para servir. Le ruego a Alá que me permita usar esta tragedia para aprender a amar mejor’. ” Anna se detiene un momento, y continúa. “Me sentí abrumada.”
Si esa es una pequeña muestra del crecimiento postraumático, la visión panorámica es más difusa. Después de una crisis, la gente que pasa a una vida ampliamente delimitada puede presentar reacciones a su trauma tan violentas y extremas que es difícil imaginar que puedan sobrevivir, mucho menos prosperar. Cuando Carlos Arredondo se enteró que su hijo había sido asesinado por una ráfaga de balas en Najaf, Irak, se roció con gasolina y encendió una antorcha de propano. Con quemaduras de segundo y tercer grado, asistió al funeral de Alexander sobre una camilla.
La angustia no cesa cuando comienza el crecimiento. “Es la paradoja de perder y ganar ocurriendo simultáneamente”, dice Richard. “Es un camino desordenado, duro y difícil de manejar.” El estrés postraumático y el crecimiento postraumático pueden acompañarse por el resto de nuestras vidas. “Son experiencias que coexisten”, dice Calhoun. “Cuando alguien pierde un hijo, el crecimiento puede hacer soportable el dolor y dar sentido a tu vida. Y a medida que pase el tiempo, tendrás más días buenos que malos, pero siempre serás un padre sin consuelo”.
Cinco áreas de cambio positivo
Si la pérdida desgarradora es una cara de la condición humana, también lo es su otra cara: la de sentir el impulso originado por la crisis de hacer cambios de vida positivos y significativos. Los investigadores han documentado el crecimiento postraumático en los prisioneros de guerra de Vietnam, los sobrevivientes de graves accidentes de tránsito en Tokio, las mujeres que han combatido el cáncer de mama, los soldados tomados como prisioneros de guerra en Medio Oriente, los alemanes sobrevivientes del bombardeo de Dresde, los sobrevivientes del terremoto en Turquía, los refugiados de la guerra de Bosnia.
Todo trauma es único y las reacciones de cada persona son una combinación de su propia historia, recursos, biología y temperamento. Pero existen estereotipos. Richard y Lawrence, que desarrollaron un mecanismo de evaluación llamado Inventario de Crecimiento Postraumático, descubrieron que las personas experimentan crecimiento en cinco amplias áreas. Aprecian la vida más profundamente, experimentan nuevas posibilidades para sí mismos, forman relaciones más unidas, en el plano espiritual se sienten más conformes y experimentan una mayor sensación de fortaleza personal.
Judith Mangelsdorf es voluntaria en la Fundación Björn Schulz de Berlín. Fundada en 1997 por los padres de un niño de 8 años que murió de leucemia, esta entidad administra hospicios y brinda una amplia gama de servicios de apoyo a las familias de niños con enfermedades terminales. Judith ha visto a muchas familias pasar del duelo paralizante, atravesando un proceso intenso de autorreflexión, hasta llegar a una manera amplia de entender su rol en el mundo.
Ella propone un modelo de cómo las pérdidas pueden convertirse en un catalizador para el cambio positivo. Inmediatamente después de la muerte de un hijo, dice, los padres están en estado de desesperación total. “Atraviesan un sufrimiento tan inmenso que sienten que es el fin de sus vidas”, dice. “Muchos se despiertan noche tras noche con el mismo sueño del hijo sufriendo”. Dado que el sufrimiento es tan evidente, dice, las personas que te rodean te demuestran su apoyo. Tu amiga se muda a la habitación de huéspedes, tu empleador te dice que te ausentes todo el tiempo que necesites, alguien de la iglesia te dedica una hora todos los días. “Aún estás llena de tristeza buscando respuestas al por qué ocurrió esto”, dice Judith, “pero te das cuenta que hay personas en tu vida con las que realmente puedes contar. Y lentamente, puede llegar un punto en que piensas que si bien no puedes cambiar tu propio destino, es posible que puedas ayudar a los demás”. Muchos de los padres con los que Judith trabaja en la Fundación Björn Schulz pasan a ser “compañeros de familia voluntarios” para ofrecer compasión a quienes están atravesando la angustia de despedirse de un niño agonizante.
Qué podemos aprender de la superación del trauma
Judith dice que ser testigo de estas transformaciones la ha cambiado. Ahora tiene una mayor perspectiva, para los que recién comienzan. “Reconocer aprecio por la vida para mi es algo que está muy presente”, dice. Al terminar su última sesión de terapia del día, muchas veces camina hasta Spree River con su pareja, también psicólogo. “Llevamos una botella de vino”, cuenta, “nos sentamos con los pies en el río y platicamos lo que salió bien, no mal, ese día”.
Tener una red social sólida y vivir a diario emociones positivas, dice, son dos cosas que ayudan a las personas a enfrentar la crisis. Judith sugiere a sus pacientes y amigos, técnicas simples para mejorar ambas cosas. Preparar una lista de cinco cosas que hacen que tu día sea mejor (por ejemplo, un paseo con el perro por el parque, un café latte en Starbucks, abrazar a tu pareja, platicar con tu hermana, 30 minutos de lectura de alguna novela) e intentar hacerlas más seguido. Realizar al azar actos de bondad. Antes de ir hasta el mercado, pregunta a tu vecina de 88 años si necesita que le traigas algo.
Consúltale a Richard, que ya ha estudiado el trauma por más de tres décadas, qué podemos hacer para fortalecer nuestro potencial para experimentar el crecimiento postraumático y te dirá que eso es plantear la pregunta equivocada. La exploración más significativa, según Richard, se relaciona con qué lecciones podemos tomar de las personas que han salido del trauma más fortalecidas, sabias y solidarias. ¿Qué enseñanzas nos dejan las personas como Carlos Arredondo, Christopher Reeve, la amiga que superó su cáncer de mama con lazos familiares más fuertes, el compañero de trabajo que ha reestructurado sus prioridades después que un incendio consumió su hogar por completo? “Si puedes resolver cómo vivir tu vida, como persona que funciona plenamente y participa activamente”, afirma Richard, “no necesitarás que el trauma te transforme porque ya habrás hecho el trabajo”.
De la edición de febrero 2014 de la revista Live Happy.